Pasados unos días y con la campaña todavía en marcha, si conseguimos elevarnos lo suficiente, lo veremos claro: otra artista superprivilegiada romantizando el "desear menos", "recuperar la atención", "desapegarse de lo material", mientras lo sobreexpone absolutamente todo. Lo dejaba también meridiano en su reciente aparición en La Revuelta (Televisión Española): "un pensamiento intrusivo es como el algoritmo. Uno tiene que elegir dónde pone la atención". Rosalía manda un mensaje envenenado: cree que todo el mundo al que se dirige puede, como ella, escoger dónde mirar en cada momento.
'LUX' contiene una de las mayores contradicciones que he podido ver en un artefacto artístico: intentar nombrar "lo sagrado" a través del uso indiscriminado del lenguaje y códigos del capitalismo tardío. Un disco que pretende actuar como "refugio" y/o "antídoto" muy "humano" ante la era de la automatización, la inteligencia artificial o el contenido mediocre. Hacer que todo el que lo escuche sea consciente o incluso pueda reconciliarse con su déficit de atención. Pero, seamos honestos: ¿Alguien ha podido consumir en los últimos 10 días algo que no fueran imágenes derivadas de la propia artista catalana?
Se enmarca dentro de una "mística secular" sin adoctrinamiento que obvia y machaca el contexto hasta volverlo plano y paquetizable. Simone Weil (la filósofa, mística laica y activista francesa más citada como influencia en este nuevo álbum), ayunaba para tocar "lo absoluto", y murió durante su última huelga de hambre en la fábrica donde trabajaba. Rābiʿa al-ʿAdawiyya, la mística sufí también congregada en 'LUX', renunció a la materialidad para entregarse a lo poético. Ambas, una envuelta en el judaísmo (que rechazaba) y otra en el Islam, buscaron a Dios en el angurria, la renuncia y el silencio.
Rosalía posa en silencio ante cientos de celebridades que la observan mientras "se purifica" y "reconfigura su atención perdida". Se trata de una "espiritualidad" selectiva y de digestión/excreción fácil que contribuye, paradójicamente, a un estado de distracción y aislamiento de la propia realidad. Para muchas personas, 'LUX' está comportándose así: una forma de aislarse del presente tras un brillo cegador que impide que podamos mirar más allá. 'LUX' es un producto que incita a mirar hacia otro lado.
El icono es el mejor ejemplo, un delulu en toda regla: se eleva lo suficiente como para desactivar cualquier tipo de ética, moral o compromiso político en su discurso. Un hacer la vista gorda convertido en un espectáculo prémium donde Rosalía busca a Dios entre focos, luz blanca pura y pre-orders en Amazon. Ante tal fenómeno, que lo es, hay que preguntarse: "DeLuLUX is the SoLuLUX?"

"Dios"
"Dios es el único que puede llenar los espacios si tú tienes la predisposición" dejó claro Rosalía al comienzo de su campaña. Pero en 'LUX' , bajo mi punto de vista, "Dios" aparece como una "tensión" entre dos regímenes incompatibles: el de la atención profunda (silencio, renuncia, quietud) y el de la disponibilidad infinita (marketing, fandom voraz, saturación del espacio mediático y deificación).
Byung-Chul Han diría que "no ha muerto Dios: ha muerto el sujeto capaz de recibirlo", el que podía sostener la contemplación. Simone Weil equiparaba la atención a la oración; una apertura sin demanda. Rosalía performa sobre ese léxico: ascetismo, hábito, luz, poses cristológicas, la frase "yo soy la luz del mundo" convertida en aura Pop.