Lo de "poptimismo" se popularizó en 2004 con un artículo de Kelefa Sanneh en el New York Times. Allí, en The Rap Against Rockism, se estructuraba un correctivo al "rockismo" que se ha extendido hasta nuestros días. Sanneh proponía valorar la música Pop con la misma seriedad que la crítica reservaba al Rock: un "ya va siendo hora de tomar en serio" a Britney Spears o Beyoncé frente a la ortodoxia que premiaba guitarras y autenticidad masculina blanca. Aquella pieza también fue comprendida como una forma de reivindicar "el gusto popular, la feminidad y lo racializado" frente a un canon que ya olía a cerrado.

Diez años después, Saul Austerlitz publicaba The Pernicious Rise of Poptimism, también en el New York Times. Allí, en cambio, se avisaba de que aquello del "poptimismo" había llegado a la saturación: "la música Pop ya no necesita más cheerleaders", decía. Austerlitz argumentaba que lo que empezó como revuelta crítica se había convertido en hegemonía, había pasado de algo levemente contracultural a pura monocultura, dando como resultado un framework desde el cual los medios de música validaban sistemáticamente a las estrellas más grandes. Para él, el nuevo "rockismo", paradójicamente, fue el exceso de "poptimismo".

¿Cómo habíamos pasado de proclamar que "lo masivo no era necesariamente mediocre" a una "omertá" normalizada? Me explico, aquí uso "omertá" como "pacto tácito" o "pacto de silencio", ya que según argumenta Austerlitz, muchos críticos evitaban cuestionar el mainstream por miedo a ser tachados de sexistas, racistas o elitistas. La validación automática reemplazó al juicio estético matizado en un "acto reflejo" que fue reforzado por la lógica de la viralidad: los artistas más populares recibían aún más cobertura, asegurando su dominio y estrechando posibles nuevos horizontes (figuras emergentes, etc).

"Recession Pop"

En paralelo, otra categoría emergió de manera retrospectiva: el "recession pop". Se aplica a los "hits escapistas" de 2008-2010. Artistas como Lady Gaga, Black Eyed Peas, Kesha o Pitbull, quienes dominaron las listas durante la Gran Recesión (Crisis de 2008). El término en cuestión señala(ba) una paradoja esencial: mientras la economía se desmoronaba, la música más escuchada a nivel global invitaba al puro hedonismo, a bailar sin pensar en nada, a una euforia artificial que anestesiara la incertidumbre.