Yo mismo definía al Ye actual como un arquitecto del ruido o "el único capaz de montar a un legendario sádico como el algoritmo" practicándole BDSM. Sin duda Kanye West es una de las personalidades más fuertes y reveladoras del mundo cultural actual, un mundo cultural dominado precisamente por el culto a la personalidad. Muy por encima de los grandes relatos, que están como ya habréis percibido en profunda extinción.

El 26 de marzo, un mes después de su escándalo en los Premios Grammy, y estrenando una nueva y peculiar alianza con el rapero Dave Blunts, Ye lanzaba su primer single de lo que él mismo ha denominado "antisemitic sound", directamente relacionado con su odio a la comunidad judía y sionista. El track, 'WW3', es el primero conocido del supuesto nuevo disco de ambos, 'Cuck' (de Cuckold, "cornudo", "infidelidad consentida", "cuernos", lo que quieran). Ahora mismo es el top#1 de hits virales en Israel. Y 'Cuck' ya se puede escuchar por algunas vías alternativas (incluyendo tracks como el ya lanzado 'Cousins', donde alude a la relación incestuosa que mantuvo con un primo suyo durante su infancia y 'Free Diddy', donde ya sabemos lo que ocurre XD).

Todo esto después de vestirse del Ku Klux Klan (la historia de la portada elegida para el mencionado álbum también es digna de atención) en el programa de DJ Akademiks y llevar su roll-out sobre 'BULLY' (otro supuesto nuevo disco que iba a ver la la luz en verano) hasta los límites de lo imaginable (aunque coherente: ¿Hay alguna mejor manera de promocionar un disco que se titula 'BULLY' que haciendo el bully por Twitter?).

En los últimos días las cosas han seguido avanzando: Ye lanzó de forma independiente 'HEIL HITLER' (o 'NIGGA HEIL HITLER') el pasado 8 de mayo, generando tanto desconcierto como reactividad a partes iguales: John Legend ha expresado su descontento con "el descenso" de su antaño profeta; Hudson Mohawke tuvo que responder a sus fans desmintiendo que él fuera el productor del controvertido track (el contenido en cuestión se ha borrado ya), que además viene con un estilo que retroactivamente nos lleva a la era 'Yeezus' y sus percusiones épicas, militarizadas, y sus sintetizadores voluminosos.

Hace menos de un día, y entre todo el basurero en descomposición que supone su timeline, Ye incluso ha lanzado cosas con algún sentido en Twitter. Pero, la pregunta ante todo este contexto imposible de obviar es: ¿Cómo hemos llegado hasta aquí y POR QUÉ? Si en mi anterior artículo sobre su persona yo mismo proponía que no existe una lógica en su comportamiento y no responde a ninguna ideología sino más bien a una nueva forma de dominación mediática, hoy me propongo ir más profundo y reflexionar sobre el sujeto y lo que significa lanzar hoy en día un track que acaba con un discurso de Adolf Hitler.

DISCLAIMER: Este artículo analiza críticamente la estrategia del artista y sus consecuencias, así como reflexiona sobre el contexto en el que ha surgido la controvertida obra. En ningún momento se justifica, verifica, complementa o se apoya este comportamiento ni la expansión de las mencionadas canciones.
Como cualquier cosa circula sin contexto adjunto y fragmentada, hasta el propio Ye puede lanzar palabras con sentido o totalmente ofensivas...

De provocador-santo a sólo provocador...

En 2019, Kanye West se arrodilló ante Dios y la cámara en su actuación exclusiva para el Coachella Festival. Incluso mandó construir un montículo efímero a modo de colina para estar más cerca de Dios. En aquella época, en la del fascinante proyecto de Sunday Service, lanzó 'Jesus Is King', un álbum de góspel reformateado para estadio, merchandising minimalista con tipografías sacras, y sermones coreografiados con coros de voces negras bajo grandes cielos abiertos o agujeros al estilo grandioso de James Turrell. Hablaba de redención, pureza, abstinencia pero por entonces seguía vendiendo zapatillas a 300 dólares. Era un nuevo sacerdote corporativo. El cristianismo ya no como fe, sino más bien como lenguaje visual y uso de sus símbolos: una estética de la salvación empaquetada para llevarse en sudaderas con tallaje oversize.

Pero esa "fase mística" era ya un ensayo general. Tras el gran momento musical que supuso 'DONDA', vino su gran acto: el descenso que estamos contemplando. Es como si hubiera invertido los signos: donde antes construía iglesias efímeras, ahora dibuja esvásticas en camisetas. Pero el gesto es el mismo: reclamar centralidad a través del escándalo. Dios, Hitler, Kim Kardashian, los judíos, la custodia de sus hijos, el algoritmo: todos son excusas para activar una maquinaria retórica cuyo combustible es el desequilibrio emocional del otro. No quiere convencer: lo que busca es desestabilizar.

Kanye no muta de cristiano a fascista. No hay teología ni doctrina en su viaje. Solo hay performance. La fe y el odio son herramientas intercambiables cuando lo único que se busca es impacto. En un mundo donde todo se mide en métricas, el arrepentimiento no sirve si no es viral. El perdón no importa si no monetiza. El escándalo, en cambio, tiene rédito inmediato. Y Ye lo sabe. Lo lleva sabiendo desde que interrumpió a Taylor Swift. Pero lo ha perfeccionado hasta el delirio: ahora elige símbolos totalitarios, referencias imposibles de separar del trauma histórico, para probar cuánto puede resistir el sistema antes de implosionar. No por ideología, sino por mero espectáculo.

"LA VÍCTIMA OMNIPOTENTE"

"Me quitaron a mis hijos" → "Me hice nazi": la lógica emocional del chantaje afectivo convertido en performance.

Tenemos que tener una cosa muy en cuenta: Ye lleva desde hace varios años la etiqueta de herido. Y eso es precisamente lo más peligroso. Porque en el nuevo orden simbólico digital, el que se declara dañado puede decir casi cualquier cosa. En su relato no hay culpa, ni contexto, ni proporción. Solo hay un salto emocional que pretende validarlo todo. La herida se convierte en justificación para el odio, como si el sufrimiento personal desactivara cualquier marco moral colectivo.

Este no es un caso aislado. Es parte de una narrativa más amplia, cada vez más habitual, donde la rabia acumulada se canaliza hacia una explosión simbólica. Lo hemos visto antes en figuras caídas del mainstream: la metamorfosis de "supuesta víctima" en vengador. Pero Ye lo lleva a otro nivel. Lo convierte en producto. Es el paso final del capitalismo afectivo: el self-pity como arma cultural.

En esta inversión perversa, Kanye no es solo un hombre con poder que se victimiza: es un millonario que exige empatía absoluta mientras desprecia a todos los demás. Llama “putos retrasados” a personas con discapacidad, instrumentaliza imágenes del nazismo, se burla de los judíos y luego exige que se le entienda. Que se le escuche como si el trauma lo legitimara todo. Pero eso no es libertad de expresión: es chantaje afectivo convertido en espectáculo.

¿Estética Nazi? ¿Meme tribal?