Hace unos días, saltó a los rotativos una demanda colectiva presentada por RBX (primo de Snoop Dogg y artista de Death Row Records) en un tribunal federal de California. En ella, se acusa a a Spotify de permitir, durante más de 3 años, un volumen masivo de fake streams en torno a la figura de Drake.

Una demanda colectiva es un un mecanismo legal del sistema estadounidense que permite que una persona o un pequeño grupo demande en nombre de un conjunto más amplio de personas afectadas por un mismo problema.

El documento sostiene que entre enero de 2022 y septiembre de 2025 un "porcentaje sustancial y no trivial" de los aproximadamente 37.000 millones de streams del artista provendría de bots, cuentas falsas y tráfico redirigido mediante VPN. Drake no aparece como acusado, pero sí como beneficiario potencial de una lógica que habría desviado royalties de otros creadores dentro del modelo pro-rata de la plataforma.

La demanda incorpora ejemplos de anomalías que, según los que denuncian, Spotify "sabía o debería haber sabido" identificar: cuentas reproduciendo a Drake 23 horas al día, clusters de streams procedentes de regiones sin población suficiente para justificar tal volumen, geohash que describen desplazamientos de miles de kilómetros en cuestión de minutos y picos irregulares que resurgen meses o años después de un lanzamiento.

Una de las alegaciones más concretas describe 250.000 streams del track 'No Face' originados en Turquía pero enrutados como tráfico del Reino Unido para enmascarar su procedencia. Aunque la demanda no detalla cómo obtuvo sus datos ni qué metodología utilizó, la acusación apunta a un (sabido) problema estructural: un sistema cuyos indicadores financieros dependen del crecimiento constante y que podría estar absorbiendo señales artificiales sin distinguirlas de la actividad real.

Malos tiempos para la lechuza...

Solo unas semanas antes de que estallara esta demanda colectiva contra Spotify, Drake había sufrido un revés legal significativo: un juez federal desestimó su denuncia contra Universal Music Group, donde acusaba a la compañía de dañar su reputación al promover 'Not Like Us', el diss track de Kendrick Lamar convertido ya en un fenómeno cultural.