Tal y como anunciaba hace poco el Financial Times: "En 2025 se emitieron 4.4 mil millones de dólares en deuda respaldada por derechos musicales de canciones, multiplicando por más de diez las cifras de 2021". Sólo por poner en contexto: en 2024 fueron 3.3 mil millones, en 2021 apenas 300 millones, y en 2020 no hubo ninguna operación. El salto, en apenas cuatro años, es cuanto menos exponencial. Según la información de la nota, la nueva cara de Hipgnosis, ahora denominada Recognition Music Group, empaquetó catálogos de Shakira, Justin Bieber y Red Hot Chili Peppers para levantar 372 millones al 5.6%.
Mientras la SLOPificación musical sigue creciendo (proliferación de artistas fake, streams artificiales, contenido mediocre, audiencias creadas por IA generativa, mitologías inventadas, etc), la "producción cultural humana" ya es casi indistinguible del real estate, las tarjetas de crédito o los prestamos. En otras palabras, usando el argot financiero: lo que aún entendemos como "cultural", está en proceso de consolidarse como una deuda titulizada más.
He profundizado varias veces en el fenómeno de la compra de catálogos por parte de venture capital y majors, así como reflexionado sobre la perpetuidad e interoperabilidad de la celebridad en el futuro a corto plazo. Pero la reciente noticia de que todo el catálogo editorial de Miles Davis ha sido adquirido por Reservoir Media (uno de los actores más agresivos en el espacio de adquisiciones de catálogos musicales, con más de 150.000 copyrights en sus arcas) hace que quiera volver a exponer el contexto de esta situación.
Como casi todos los artículos relacionados con la noticia, el mito de los 'Bowie Bonds' aparece en algún lugar como la típica "rareza exótica adelantada a su tiempo" que hoy se ha convertido en mainstream. (En su momento, 1997, David Bowie y sus 'Bowie Bonds' levantaron 55 millones a un interés del 7.9%). Suena bien y de algún modo legitima que estemos hablando de un mercado ya inmenso que confirma que la "financiarización de la música" ha dejado de ser un simple experimento.
La narrativa de los fondos de inversión (pensemos en Blackstone, Carlyle, Apollo, KKR, etc) es siempre la misma: "ingresos estables, bajo riesgo, resiliencia en tiempos de crisis y exceso de liquidez". Así, se expande la peligrosa idea que sostiene el interés por esta tendencia: la promesa de esos "rendimientos estables" descansa casi exclusivamente en el pasado. Dicho de otro modo: se aseguran ingresos futuros sobre canciones que ya existen, no de artistas vivos produciendo nuevas obras. Esta hipótesis, que sitúa a majors y fondos como hedge funds que empaquetan cadáveres musicales en bonos, ya la desarrollé en esta otra pieza.
El discurso oficial de Reservoir Media es el de "preservar el legado" de Miles Davis, pero lo que se compra es la capacidad de explotar su archivo (derechos editoriales completos de un catálogo de más de 250 títulos) ad infinitum: sincronizaciones en películas, reediciones conmemorativas, mercados emergentes, licencias para inteligencia artificial (sí) y un larguísimo etcétera. La compra, por cierto, se ha realizado en asociación con Malcolm Davis, hijo del músico y quien administra su legado.
