Una de las primeras veces que escribí algo sobre SOPHIE fue cuando decidí fragmentar mi tesis sobre PC Music en un Tumblr completo. Yo, en aquel momento, tan sólo era uno más que intentaba poner palabras a un fenómeno que acababa de comenzar. No podíamos percibir todavía ni la magnitud ni la profundidad que activarían en la cultura Pop contemporánea.
Ahora, con mucha más perspectiva y contrastes, podemos observar los detalles con claridad: SOPHIE (1986-2021), así como el símbolo de la editorial/colectivo PC Music, no existieron como entes futuristas en el sentido tradicional/utópico. Intentaron rediseñar y disruptir el presente a través de la estética. Desde una visión crítica del capitalismo afectivo que buscaba extremar sus rasgos para así exponer sus mecanismos de manipulación cognitiva.
En el caso de SOPHIE, además de representar un nuevo estándar de sofisticación técnica, se reveló como una fuerza intervencionista cultural nunca antes detectada: una presencia que no rechazaba el artificio, ni la mediación digital y se atrevió a deformar los códigos identitarios y de género a través del Pop. Propuso una revolución queer que no se limitaba a la representación y que actuaba desde el sonido mismo. La radicalidad sonora de la artista estuvo estrechamente ligada a su identidad trans, pero no como una etiqueta, sino como procedimiento formal: cambio constante, mutabilidad, disolución.
Ahora que 'PRODUCT', álbum debut (a.k.a. compilación de sus primeros e influyentes singles) de SOPHIE, cumple una década, es el momento de trazar una ilustración panorámica de los nodos y tensiones que intervinieron en esta especie de "entidad cultural total".
Intro
Hablar de SOPHIE únicamente como productora musical es limitar drásticamente el alcance de su impacto. Más allá de lo creativo, la artista escocesa se establece como un entorno, una interfaz cultural que reorganiza y cuestiona la relación contemporánea con la identidad, la estética y la materialidad digital. Que nos mostró las diferentes tensiones que atraviesan el concepto de "autenticidad".
Desde sus primeras apariciones anónimas, SOPHIE no se presentó como una artista en el sentido más clásico de la palabra. Lo que hizo fue empezar a desplegar lo que sería un conjunto de prácticas interconectadas: diseño de sonido, intervención mediática, performance identitaria y especulación tecnológica. En palabras de Jia Tolentino en The New Yorker, su propuesta "parecía formada en otro planeta y comprimida a través del hiperespacio antes de llegar al nuestro", revelando una desconcertante pero hipnótica distancia con lo habitual.
Su aparición en 2012 significó la revelación de un lenguaje sonoro nuevo, construido desde cero, presuntamente sin samples, a través de la síntesis pura. Esta aproximación molecular al sonido la convirtió en pionera técnica y en una especie de diseñadora especulativa de estados afectivos. Se mantuvo con singularidad en la intersección entre el Pop digital / Hyperpop, la materia club contemporánea y la experimentación sonora pura y radical, consiguiendo producciones que fueran capaces de ser éxitos de pista y objetos sonoros profundamente inquietantes de manera simultánea.
"Le-le-lemonade", "Ca-ca-candy Boys"...
Tengo que confesar que no llegué a prestar atención en su momento al primer EP de SOPHIE en 'Nothing More to Say' en Huntleys + Palmers. Era 2012 y el sonido de la artista aún tenía que atravesar una nueva dimensión. Eso sí, al escuchar su primera contribución para Numbers, algo se quebró en mi sin saber muy bien a qué me enfrentaba. Tuve una sensación parecida años atrás, al escuchar el primer track de DJ Nate en Planet Mu. No por semejanza; más bien por el impacto.