Lo primero que pensé al ver el streaming que aparece en la portada de este comentario es: nada diferencia a Donald Trump de un creador de memes cualquiera. La Casa Blanca es ahora una cuenta memética. Después, pensé en todo lo que representa la imagen clásica de la Lofi Girl: se trata de un símbolo de la música que acompaña, de un movimiento no sólo musical sino sociológico adscrito a la evolución de Internet.

Luego, cuando ya asimilé que la presidencia de Estados Unidos estaba haciendo su propia versión de un directo de música para oyentes pasivos, trasladando la idea de que "puedes pasar el fin de semana junto a lo-fi beats y mientras, Trump está firmando órdenes ejecutivas", me sobrevino otra pregunta: ¿Por qué no hacen lo mismo los demócratas? ¿Por qué no hace esto la izquierda? Es una pregunta parecida a la que se están haciendo en algunos círculos intelectuales estadounidenses: ¿Por qué no existe un Liberal Joe Rogan?

Esto no es una broma. Es la Casa Blanca.

Una animación de Trump en bucle, con la luna detrás y sin parar de firmar órdenes ejecutivas (referenciando aquí sus primeras semanas en la presidencia). Son cuarenta y seis horas de stream ininterrumpido con música lo-fi de fondo. Beats suaves, baterías con escobillas, pianos Jazz mal sampleados, melodías que no incomodan ni tampoco activan, y un texto: Lo-Fi MAGA Video to Relax/Study To 🇺🇸. No es una sátira. Es contenido oficial del gobierno de los Estados Unidos.

La presidencia ya no se comunica: prescribe. No gobierna: streamea. En su nueva forma, el poder se presenta como atmósfera, como playlist, como meme que se cuela por las rendijas del algoritmo y te encuentra cuando menos te lo esperas, entre una receta de hummus original y un tutorial para optimizar tu productividad.

¿El Estado Meme?

La lógica memética se está apoderando de casi todo porque es el lenguaje capaz de resistir a la destrucción de contexto que opera en las redes sociales. La memética ya no es una simple práctica y transmisión de ideas por contagio sino que es una arquitectura. Lo que antes era una forma de escape se ha vuelto lenguaje de poder. La Casa Blanca tuitea como un shitposter con cuenta verificada, mezclando ironía, estética precaria y retórica sentimental. Lo importante ya no es convencer, sino estar presente. No se gobierna desde la razón, sino desde la viralidad.

El Estado Meme es una máquina simbólica que ya no necesita solemnidad. Puede permitirse ser paródico, porque sabe que la ironía desarma al enemigo antes de que levante la voz. Si todo parece un chiste, nadie sabrá cuándo reír y cuándo preocuparse. Lo más perturbador no es que el gobierno se comporte como una cuenta de memes, sino que todavía haya otras dimensiones políticas que no lo estén haciendo.

Simulación de la misma imagen de aire lo-fi beats pero con Bernie Sanders como sujeto.

Trump: Ambient Mode.