Cuentan los historiadores, que cuando a Michelangelo (Miguel Ángel, Michelangelo di Lodovico Buonarroti Simoni) le hicieron aquel encargo, pasó meses frente al bloque de mármol sin tocarlo. Lo observaba desde todos los ángulos, esperando entender cómo la figura del David ya estaba allí, atrapada dentro de la piedra.
"Il gigante", como llamaban a aquella estructura de 5 metros y medio de altura, infundía miedo y respeto: antes de que Michelangelo lo heredara, había sido adquirido hacia 1464 pensando en otra estatua del Duomo, y algunos escultores como Agostino di Duccio o Antonio Rossellino ya habían intentado trabajarlo. El escultor y símbolo renacentista tomó el encargo a sabiendas de los problemas técnicos y las imperfecciones: mala calidad, vetas, problemas estructurales y marcas previas.
Antes de comenzar el proceso, los operarios del Duomo elevaron y pusieron en pie el bloque para que el artista pudiera inspeccionarlo cuidadosamente. Michelangelo entendió entonces que no debía inventar nada, sino mirar dentro del bloque lo que ya existía. Y liberarlo.
En el estudio, D'Angelo podía pasar horas sin grabar una sola nota. Caminaba, escuchaba el aire, ajustaba una lámpara o el volumen del monitor, esperando que algo invisible y/o intangible se alineara. Como la forma en el mármol, el "groove" ya estaba contenido en la cinta. Sólo había que esperar.
Russell Elevado, alias "The Dragon" y arquitecto sonoro en las grabaciones de D'Angelo, recordaba que a veces el grupo de músicos ensayaba una progresión durante días, sin grabar nada, solo para que el sonido "se asentara en la habitación". Como Michelangelo con el cincel, D'Angelo no creaba de la nada, espontáneamente, excavaba hasta encontrar la respiración justa. Para D'Angelo, el estudio era "su bloque": pesado, resistente, con mucho temperamento y lleno de potencial dormido.
El mármol se fue abriendo, dejándose ver y liberándose de lo que no fuera esencial. Cuando se presencia el David, ocurre como en 'Voodoo': parece recién tallado, parece que esté ocurriendo en ese preciso momento, y el oyente revive esa experiencia con cada vuelta a la obra.