Desde que expresé mis pensamientos alrededor de la cuestión que tiene a Sónar Festival como principal objetivo y damnificado (sí, hay otros muchos festivales controlados por la misma estructura de capital perverso, pero ninguna con la relevancia cultural como tiene el festival catalán), siempre he tratado de visibilizar los problemas estructurales de fondo y elevar el debate por encima de la polarización y el señalamiento. El boicot, en este momento, es oficial y no hay mucho más que relativizar.
Aunque no podemos olvidar que Sónar es sólo una consecuencia de un síntoma mucho mayor en el que este tipo de entidades han conseguido infiltrarse en un tejido cultural que ya no nos pertenece; ni nos hemos enterado y tampoco hemos podido hacer nada al respecto. (Y será muy complicado plantear alternativas o recuperar organismos de este tipo).
Tampoco podemos obviar que esto será sólo el principio (antes, ya hablé largo y tendido de lo que ocurría con Boiler Room); vendrán muchas más empresas culturales que creemos creíbles y suponemos a salvo de estos tentáculos que se desmoronarán ante nuestros ojos y los de la opinión pública. Una audiencia, por otro lado, subordinada por el ruido en redes sociales y a la que le cuesta ver un poco más allá de simples posicionamientos simples.
Por si alguien todavía no lo tiene claro y/o me acaba de descubrir: soy un agente independiente y mi misión aquí es conservar los grises y aportar valor, perspectiva y profundidad cultural. Creo que la labor de divulgación hoy en día debe ocuparse sin miramientos de este tipo de contradicciones y abordarlas con todo el esfuerzo que sea conveniente, aunque por el camino se pierdan "oportunidades".
No podemos dejar que siga erosionándose el sentido crítico y la percepción lectora, no podemos seguir viendo cómo todo se reduce a una sociedad de fanáticos. Tampoco debemos girar la mirada a una realidad: sucesos como el de Sónar van a generar nuevos paradigmas de artistas y mediación cultural. La actualidad, la realidad, está expulsando a viejos líderes como Richie Hawtin o similares, quienes no son capaces de dar ejemplo y poner sus ideales al frente de sus decisiones. La politización (en tiempos del estado de bienestar completamente innecesaria para algunos), será un requerimiento esencial para los nuevos líderes. Quieran o no.
Dado que ahora mismo se está celebrando Sónar Festival y en las últimas semanas ha habido un gran dilema colectivo que ha afectado desde artistas a asistentes (¿Voy o no voy? ¿Soy cómplice si sigo tocando? ¿Qué debo hacer?), he creado unas FAQs para entender muchos ángulos de este asunto de una forma sencilla y también como un ejercicio de recapitulación y orden mental propio.
Tras Sónar, vendrán otros muchos festivales controlados por KKR y Superstruct, no sólo en la Península, así que creo que estas preguntas más frecuentes pueden ayudar a muchos artistas y asistentes en proceso de toma de decisiones. Aquí están las variables que bajo mi punto de vista son las más relevantes. Hay respuestas abiertas y otras más cerradas. Hay temas más absolutos y otros más relativos. Pero ante todo: es sólo mi forma de ver las cosas.
¿Es legítimo el boicot?
Sí. Es una forma de presión simbólica que apunta a una estructura cultural cooptada por el capital financiero (Superstruct / KKR). Aunque no desmonte esa estructura de raíz, el boicot visibiliza una contradicción y exige responsabilidades. Señalar una injusticia no convierte automáticamente a quien señala en puro, sólo limpia su conciencia momentáneamente, pero sí puede ser un gesto útil.
¿Pero no vivimos todos en condición de hipocresía estructural constante?
Claro. Todos usamos bancos, redes, plataformas con conexiones opacas. Pero no todas las situaciones son equivalentes. Lo que hace que este caso resuene es la urgencia del contexto (genocidio transmitido en tiempo real), el papel central del festival como símbolo cultural y la demanda concreta: desinvertir o posicionarse con claridad.
¿Entonces el boicot sirve, aunque no resuelva?
Sirve para marcar una línea. Para mostrar que hay límites. Y para incomodar la normalización de lo intolerable. No es una solución definitiva ni pretende serlo, pero puede tener efectos reales: generar debate, empujar a cambios internos, provocar reacciones, activar otros movimientos.
¿Y si KKR dice públicamente que renuncia a cobrar dividendos de [Macrofestival controlado por KKR /Superstruct]?
En el caso de que KKR comunique oficialmente que no extraerá beneficios de [Macrofestival controlado por KKR /Superstruct] esta temporada. Hay que tener una cosa clara: un fondo no necesita dividendos inmediatos para ganar: su objetivo es aumentar el valor del activo para revenderlo. Esta narrativa de “ya no hay beneficio, tranquilos” es un gesto superficial que no altera la lógica de fondo: [Macrofestival controlado por KKR /Superstruct] sigue siendo parte de una estructura extractiva.
¿Entonces tiene sentido seguir actuando en [Macrofestival controlado por KKR /Superstruct]?
Para algunas personas, sí, si pueden usar ese espacio como altavoz o plataforma de denuncia. Para otras, no, porque sienten que su participación legitima el sistema. Ninguna opción es “correcta” por sí sola. Lo importante es que cada gesto esté acompañado de posicionamiento claro y autoconciencia del contexto.
¿Qué pasa con los que se callan?
El silencio ya no es neutro. Muchos artistas gozan de capital simbólico y poder de influencia. No se les exige heroicidad, pero sí un mínimo de responsabilidad. Callar, cuando una parte importante del sector artístico y del público está movilizado, es alinearse con el status quo.
¿Qué opinas de los que intentan “intervenir desde dentro”?
Puede ser válido si se hace con coherencia y sin caer en la comodidad estética de una crítica sin riesgo. Pero también puede ser una coartada vacía. No todo statement compensa la participación. Y no todo el mundo puede usar el “desde dentro” como justificación si no existe un gesto real de disrupción.
¿Qué pasa si no me puedo permitir renunciar?
Es comprensible. No todos tienen el mismo margen. Pero incluso en esas condiciones, se pueden buscar formas de acción simbólica o de redistribución: donar el caché, visibilizar la causa en escena, colaborar con redes activistas. La renuncia no es el único gesto valioso.
¿Por qué cancelan más artistas pequeños que headliners?
Porque tienen más que perder. Porque están más comprometidos contractualmente. Porque su posición económica o su modelo de carrera no lo permite o no lo consideran importante. Y porque muchos aún creen que no posicionarse es una opción válida. Pero el cambio de paradigma exige nuevas formas de liderazgo; los nuevos líderes de la escena musical electrónica deberán abandonar el mindset del estado de bienestar y tener claros sus ideales.
¿Qué exigimos a [Macrofestival controlado por KKR /Superstruct] ahora?
Transparencia real, no gestos cosméticos. Que asuma públicamente la contradicción estructural en la que está inserto. Que dialogue con las voces críticas y que explore vías reales de desinversión, reparación simbólica y posicionamiento político. No basta con decir “estamos escuchando”.
¿Qué podemos hacer colectivamente?
Construir espacios culturales que no dependan del capital extractivo. Presionar desde abajo a los festivales, sellos y plataformas. Crear redes de solidaridad entre artistas, técnicos y público. Apoyar activamente causas palestinas. Volver a dotar de contenido político lo que consumimos como supuesta “cultura”.
Entonces…¿vamos o no vamos?
Es tu decisión. Pero si vas, que no sea por indiferencia. Y si no vas, que no sea solo por moralidad performativa. Lo importante no es la pose, sino la acción: cómo te posicionas, qué haces con tu voz, qué mensaje contribuyes a reforzar. Ir o no ir no te define. Las realidades personales son mucho más complejas que simples interruptores A o B. Lo que sostienes en el tiempo es lo que al final cuenta.
