Artículo originalmente publicado en A*DESK Critical Thinking, dentro de mi rol como editor invitado durante el mes de octubre de 2025. Las cuatro piezas publicadas circulan alrededor del topic "DARK MODE". Puedes leer este artículo en inglés y en catalán si lo prefieres.
"Está bien seguir usando ropa de camuflaje con este clima político?" (Is It OK for Me to Wear Camo in This Political Climate?) La pregunta de Vanessa Friedman en el New York Times sobrevuela el espacio aéreo haciéndose oír intensamente: en 2025, existen pocos gestos que queden a salvo de la gramática bélica. "Llevar camuflaje ya no es otro juego de la moda, sino una elección cargada en un clima de guerras activas y fracturas internas", argumentaba. Un veterano entrevistado en el ensayo añadía que, en tiempos de invasión y genocidio, vestirlo sin haber servido en el ejército equivale a lo que ellos llaman un "stolen valor".
Una prenda que antes remitía a la estética urbana desacomplejada o al reciclaje del punk, ahora se lee como adhesión o burla, siendo la toma de posición algo inevitable. Aunque pueda parecer un indicador aislado, acaba sintonizando con una "militarización del presente" que avanza a través de lo cotidiano, lo digital y lo simbólico. Uniformes, posicionamientos, tácticas, enfrentamientos.
"Si quieres crear un evento monocultural, empieza una guerra", postulaba Nick Susi en una reciente tesis. La Super Bowl, Trump VS cualquier otro político, Drake VS Kendrick, La Velada del Año: lo que unifica hoy la atención global es el espectáculo del combate. Atrás quedaron los grandes relatos compartidos que conseguían que todos habláramos de lo mismo al mismo tiempo. Ahora el campo gravitacional compartido sólo se activa si se reproduce la estructura de la confrontación: dos bandos, un combate, un vencedor. Entretenimiento y entrenamiento para un momentum en el que todo se ordena en términos de ataque y defensa.
El "VS" ("versus") consigue instrumentalizarlo todo. La divergencia es la presa del engagement y el entretenimiento de masas deja de perseguir el consenso por el antagonismo: los algoritmos premian lo polarizante porque lo polarizante asegura la interacción. Así, un streamer humillando a otro, una influencer masacrando a otra, una rapera atacando a su rival por venganza en pleno concierto o un hilo de Instagram plagado de comentarios hirientes en todas direcciones. Lo que antes eran disputas marginales ahora se programan como batallas rituales multiformato que generan la dopamina colectiva. "Hemos vuelto al Coliseo".
