Hace poco, una publicación en @grindin.radio me alertó de una de esas alteraciones que a simple vista parecen anecdóticas pero que pueden significar un cambio realmente sustancial en la forma en que entendemos Internet. Básicamente: YouTube se posiciona agresivamente contra el exceso.
En un intento por contener la expansión del contenido automatizado, la plataforma ha anunciado una actualización de sus políticas de monetización que busca limitar los vídeos "masivos" y "repetitivos" generados, en gran parte, gracias a herramientas de inteligencia artificial. Como digo, aunque presentada como una actualización menor de sus reglas históricas del Programa de Socios (YPP), esta medida señala una fractura estructural en el modelo que vertebra el capitalismo de plataformas y la "creators economy": la necesidad de distinguir entre producción creativa y replicación industrial.
Si vamos a tener otra conversación sobre esto, el término que obviamente flota a nuestro alrededor es de nuevo el del SLOP: un descriptor ya popular, cercano al mainstream, para nombrar a ese nuevo ruido generado por IA que inunda el ecosistema mediático sin intención estética ni valor añadido, solo volumen, optimización y templates tras templates.
Hay que dejar claro, lo primero, que YouTube NO prohíbe el uso de IA ni penaliza a los creadores que utilicen herramientas generativas como parte de su proceso creativo. El problema no es la herramienta, como siempre intento divulgar, sino el patrón: contenidos indistinguibles, replicables sin intervención humana significativa, diseñados para ocupar espacio y monetizar sin fricciones. Lo que se sanciona, en última instancia, es la automatización. Según lo que puede extraerse (vs intuirse) de los comunicados oficiales, esta política apunta directamente a "canales que producen en masa narraciones, slideshows o clips con voz sintética sin edición, sin aportes, sin nada" que legitime su existencia salvo la eficiencia del prompt.
YouTube ha recompensado durante años la repetición, la duración y la explotación de formatos virales. Ahora pretende corregir las consecuencias de su propio sistema incentivador, sin cambiar el sistema. La paradoja es evidente y también muy perversa: la omnipresencia del modelo de éxito algorítmico de la plataforma es un culpable directo que el tsunami del SLOP esté empezando a salpicarnos. En vez de reformular la arquitectura de atención que prioriza la acumulación sobre el criterio, YouTube delega en los creadores la responsabilidad de preservar una autenticidad abstracta, que no define ni garantiza.
¿Puede una plataforma basada en la automatización del contenido frenar coherentemente su deriva hacia la saturación? ¿Es posible regular el SLOP sin cuestionar el sistema que lo permite, lo monetiza y lo multiplica? Mark Zuckerberg, por ejemplo, no busca contenerlo, sino meterle más gasolina. Como podemos observar, el problema es más bien filosófico y marca una clara tensión entre control editorial y el crecimiento sin freno para alimentar los flujos de retención. Y obviamente se transparenta un síntoma central de una crisis más profunda: la imposibilidad de distinguir ya entre contenido original y ruido sintético y funcional.

Un crackdown que no es un crackdown...
Súper sencillo: YouTube quiere volver a parecer un espacio "de creatividad humana", pero quiero hacerlo sin renunciar a los beneficios de su infraestructura algorítmica. Para ello, debe ajustar su narrativa.