Andrea, una fan de Rosalía que contribuye a este reportaje en elDiario.es, comentaba: "es prácticamente imposible para la gente que no sea cliente de determinado banco poder acceder a comprar. Al final, después de esa ventana previa, al resto le quedan muy pocas entradas a repartir". La misma usuaria, poco después, lamentaba que "si no eres del Santander, olvídate".
Efectivamente, nadie podía imaginar que tras el discurso "espiritual" que atraviesa 'LUX' y el cambio de skin de Rosalía, finalmente el acceso a sus ceremonias (véase conciertos) iba a estar privatizado y condicionado por privilegios financieros. Cuanto menos, paradójico: la retórica de la "trascendencia" que intenta transmitir la artista convive con una infraestructura que, en la práctica, filtra quién puede acercarse a la divina experiencia (según su relación con el Banco Santander). No se me ocurre una mejor campaña de afiliación para un banco. Y no se me ocurre una peor confirmación de lo que nos temíamos, en referencia a la artista catalana: más que un fallo de "coherencia", nos revela el lugar real donde ocurre su "espiritualidad": entre las aesthetics y el puro extractivismo.
Según el reportaje de Laura García Higueras y algunas impresiones que yo mismo he recogido entre "compradores" de las entradas para el LUX TOUR 2026, los mensajes que predominaron entre fans fueron destinados a identificar a algún cliente del banco en cuestión. Al comienzo del proceso de preventa de entradas, y tras los favores, las probables suplantaciones y muchos préstamos de credenciales, llegaba el momento de "activar la prioridad". Esta información concreta circulaba en forma de tutorial improvisado y descentralizado. Aunque se saltaran esos "obstáculos", no había ninguna garantía de conseguir un ticket; de hecho, en elDiario.es se recogen algunas quejas de quienes pasaron horas en la cola virtual (incluso después de haberse abierto una cuenta bancaria para cumplir el requisito).

"Espiral de (LUX)plotación Em0cional"
Casi como una penitencia digital contemporánea, antes de por fin vislumbrarse el botón de "comprar", el sistema pedía más datos personales y verificación financiera, y el recorrido circulaba por varias pantallas: la web de la artista, la aplicación del banco, un correo con instrucciones. Pop-ups que se bloquean, navegadores que se reinician y una sensación persistente de que la oportunidad depende más del azar que del propio empeño. Y mientras, la cola virtual girando sin promesa alguna. Algunos fans relatan que, al estilo del dynamic ticketing, si se recargaba la página en algún momento, el precio ascendía de un plumazo.