La última campaña de Spotify me hizo pensar: "Sin Playlist no se empieza" rezaban. Más concretamente: "Sin playlist no hay vroom vroom". Jajaj. Tratando a la lista de reproducción como el trigger básico para activar cualquier movimiento o acción. Me hizo mucha gracia porque precisamente la compañía promueve y desea tener oyentes pasivos, vegetativos, aquellos que no les moleste que su tiempo se consuma mientras suenan canciones que ni saben de dónde vienen. Al poco tiempo, en sueños, vi mi versión del eslogan: "Sin Spotify no hay doom doom".
Me gustó tanto que casi decido titular así este artículo. Pero la actualidad acaba atropellando cualquier intención y las últimas revelaciones sobre las perversas inversiones de Daniel Ek a través de Prima Materia, concretamente en la empresa de armamento alemana Helsing, provocaron que activara otro plan. Unos días después de enterarme de los datos, decidí comprimir mis sensaciones en una publicación de Instagram que ha servido durante días a casi de 3000 personas para desatar su odio reprimido contra la plataforma.
Pero la pregunta de fondo es esta: a pesar del ruido y la repetición de la palabra "boicot", ¿es realmente posible provocarlo contra una entidad de tal magnitud y tan asimilada por usuarios de todo el mundo como "su portal de entrada a la música" ? La respuesta se contesta sin apenas esfuerzo (a pesar de que está habiendo algunos movimientos interesantes). En cualquier caso: aquí va una recopilación de factores por los que (creo) Spotify seguirá creciendo a pesar de la curva ascendente de su hate global. Mitad actualización sobre los planes y realidad "pública" de la compañía y mitad recopilación de insights e intuiciones propias. Con la experiencia de mi rol como detractor público de la compañía en forma de BONUS.

Lo esencial para reubicarnos: ¿Merece tanto hate Spotify?
Ya que seguramente muchos nuevos suscriptores a este portal no están totalmente en contexto con la situación en la que surgen este tipo de ensayos, he preparado una suerte de preguntas introductorias que ayudarán a ponerles en situación. Spotify no es el único culpable, pero sí el símbolo de la culpabilidad.
⚉ ¿Es Spotify el único culpable de que la industria musical sea un entorno mayoritariamente precario (a pesar del streaming)?
No, Spotify fue la punta de lanza de un modelo ideado por las majors. Desde los 2000s, las grandes discográficas ya intentaban plataformas tipo Spotify, pero el mercado aún no estaba preparado. Spotify es el vehículo que logra que ese viejo sueño oligopólico funcione. El relato del "pirateo sueco" y la aparición heroica de Spotify oculta que el acuerdo con las majors se cerró desde el principio (con participación accionarial y playlists controladas).
⚉ ¿Se está engañando a las discográficas y artistas independientes?
Si no se trata de una "discográfica independiente" controlada por una major, digamos que sí: todas se integran en el modelo pensando (todavía) que es neutral, pero el diseño de la plataforma está pensando para el éxito de las tres grandes multinacionales. Aunque logren visibilidad, las independientes siguen recibiendo una porción ínfima y desigual. Más contenido no es más diversidad si el sistema es vertical: toda entidad independiente (véase de envergadura discográfica pequeña o mediana) está encerrada en una estructura que solo monetiza volumen y propiedad mayoritaria.
⚉ Pero... ¿Spotify y las majors compiten entre sí entonces?
No, Spotify actúa como su brazo operativo algorítmico, un pacto para preservar privilegios bajo nuevas formas. Incluso diría algo más: gran parte de la estrategia financiera y de producto de Spotify es una consecuencia a tener que asegurar su viabilidad como negocio a pesar de esos pactos con las grandes discográficas.
⚉ ¿Cuál es la realidad que quiere expandir Spotify?
Destruir el contexto ligado a la obra musical y los artistas, para así transformar cada unidad creativa en un asset intercambiable. Inducir a la creación de música más blanda, predecible, incluso generada por artistas fantasma o IA, que a su vez fomenta un consumo musical pasivo, sin tensión, sin complejidad. El archivo se vuelve más grande pero más homogéneo, más pobre, más redundante. La escucha casual masiva erosiona el valor simbólico y cultural de la música.
⚉ ¿Es Spotify un "rentista cultural"?
Sí: no produce, no representa, no crea, pero extrae. El creador está afuera, endeudado, precarizado, decepcionado o desplazado. El que gana (en este caso las majors, Spotify y un 2% de los artistas a nivel global) está adentro, optimizando el flujo de contenido sin hacer nada y decidiendo bajo qué normas se visibilizan los artistas y sus obras.

No te equivoques: el negocio pasó a ser el archivo...
En 2023, Spotify vendió dos tercios de su participación en DistroKid por 167 millones de dólares. Había invertido apenas 18 millones cinco años antes. (Aquí puedes ver un resumen gráfico de todo el deal y sus pormenores, para tener una imagen panorámica mientras hablamos). Podríamos llegar a la conclusión de que la inversión anticipada se hizo por afinidad con la música independiente. Pero nada más lejos de la realidad: Spotify lo hizo porque entendió antes que nadie que el futuro del negocio no estaba en la música como experiencia, sino en la infraestructura que la canaliza. En el archivo como principal activo, al margen del legado que transporte. La rentabilidad no depende ya de que una canción sea escuchada, valorada o recordada. Basta con que sea subida. Con que forme parte de un flujo continuo que puede ser gestionada, licenciada, empaquetada y proyectada en un gráfico.
DistroKid, la empresa "independiente" fundada por Philip Kaplan en 2013, sólo distribuye música. Controla entre el 30% y 40% del mercado global DIY de uploads musicales, es decir, una parte significativa del contenido nuevo que aparece en las plataformas. Es una autopista que cobra peaje por permitir el paso. En un gigantesco habilitador. Su crecimiento exponencial en los últimos años (compitiendo con TuneCore, su gran adversario: aquí una comparativa muy útil si me estás leyendo y eres artista) la ha convertido en un pilar logístico para Spotify, que integra esos flujos dentro de su catálogo sin asumir riesgos de prescripción ni costes editoriales. Es indistinto que lo que se suba pretenda ser oído, porque solo necesita estar disponible, indexado y listo para ser rentabilizado.