Mi primer recuerdo de Sly Stone es vago. Entré en contacto con su música de forma pasiva y seguramente derivada. Fue (hará unos 25 años) cuando investigaba sobre las relaciones entre Prince y Shuggie Otis cuando finalmente lo integré en mi memoria; aquel músico había sido el primero en integrar una caja de ritmos en su música. La mitológica Maestro Rhythm King me abrió las puertas a su obra más perturbadora: 'There’s a Riot Goin' On' (1971).
Sly cambió el devenir de la música contemporánea en muchas dimensiones distintas, más allá de lo estrictamente musical. Al margen de su concepción de banda, su forma de componer o la entrada de la pulsación psicodélica, fue el primer exponente de alienación y auto-sabotaje real en la música afroamericana. Su era completamente out-of-sync, en la que su música nacía de una subjetividad errática y volátil, todavía es capaz de enseñar muchas cosas a las nuevas generaciones, aún sabiendo que una presencia así es 100% irrepetible.
En este ensayo a modo de homenaje, he querido ponerme en la piel de un traductor y al mismo tiempo transmisor de contexto; ¿Cómo explicarles a las nuevas generaciones la importancia de alguien como Sly Stone?
Una anomalía irrepetible.
Escuchar a Sly Stone hoy exige algo más que atención. Exige un ajuste de contexto. No, su música no es inaccesible, al contrario, pero el marco en el que fue gestada ha desaparecido por completo. Nadie como él encarnó tan a fondo la relación entre utopía sonora y disfunción política. Es imposible explicar su trayectoria con méritos. Las cifras tampoco se estiran lo suficiente. Sólo podemos hacerlo con sus desajustes.
Sly Stone fue el músico más sintomático de su era. A diferencia de otros artistas "comprometidos", "sobrios", "íntegros", él no representó una causa ni aspiró a organizar ninguna identidad colectiva. Ni agitprop ni entretenimiento. Su plataforma era experimental: una forma de desmontar el mundo a través de capas de distorsión, groove narcotizado y armonías imposibles de replicar. No ansiaba liderar nada, más bien se hundía con todo el sistema.
En panorámico, Sly se comportó como producto de un cruce irrepetible de factores: la fe aún viva en la transformación social, la aparición de las drogas como catalizador creativo, las grietas abiertas por los movimientos civiles, y un ecosistema discográfico que aún no se había industrializado del todo. Había margen para el error. Para encerrarse y grabar durante meses acompañado de cocaína y sin responder a nadie.