Yo mismo apuntaba en mi pieza dedicada al auge de las memecoins en algunos sectores de la industria musical y la cultura fandom: "lo que nos espera es una gamificación total del dinero y la evolución hacia un mercado global de adrenalina digitalizada. Cada vez será más rápido, más caótico, habrá más tokens y nos adentraremos cada vez más rápido en la lógica del gambling".
Muchos hemos escuchado la metáfora que compara el entorno sociodigital en el que vivimos con un casino o una sala llena de máquinas tragaperras, ¿no? El caso es que estos días, una idea comenzó a fermentar en mi cabeza: ¿y si no son simplemente las memecoins? ¿Y si la industria musical ya no opera bajo lógicas culturales, sino extremadamente lúdicas y especulativas?

Esta publicación de The Bag rezaba: "Todo se ha convertido en un juego". Dando a entender que la música actual ya no busca transmitir o comunicar algo en sí misma, sino generar "participación, competición, apuestas y monetización inmediata". En este nuevo tablero, los fans y los artistas ocupan roles radicalmente redefinidos: los primeros son jugadores; los segundos son productos optimizados para el rendimiento en este juego cultural (y financiero).
Con esta premisa, yo mismo necesité de algo de claridad y panorámica, y por eso he intentado definir los cuatro ejes claros sobre los que se despliega esta nueva (consecuencia) lógica:
1. Consumo como performance pública
- Spotify Wrapped y Apple Music "Replay All Time" han transformado la escucha privada en identidad social cuantificable. Lo importante es cómo exhibes lo que escuchas. El usuario presenta su historial musical como prueba de estatus y capital social.
- La escucha deja de ser íntima y pasa a ser una métrica que refleja públicamente nuestra personalidad: se escucha para mostrar, no para descubrir y/o disfrutar.
2. Fans como inversores y apostadores
- Plataformas como Kalshi permiten a los fans apostar dinero real sobre quién tendrá la canción número uno o quién ganará un Grammy. Los fans pasan de participar comprando el merch de un artista a especular económicamente con su posible futuro.
- Memecoins: capitalizaciones altísimas derivadas del hype, el FOMO y la euforia para después pasar al colapso absoluto. Aquí el artista ya no es un sujeto cultural, sino un activo financiero sujeto a la especulación emocional colectiva.
- Las plataformas Royalty Exchange, JKBX o la distribuidora digital SONGS ofrecen la posibilidad de comprar participaciones/shares en las regalías de canciones concretas, como si fueran acciones financieras. El fan es un micro-inversor literal, cuyo vínculo afectivo se sustituye por la lógica del rendimiento económico.
